jueves, 13 de agosto de 2015

Cuando Vera no podía soportar la tristeza que se le venía encima, descolgaba el teléfono, se encerraba, desaparecía. No estoy más que para mi misma, apagada y fuera de cobertura, con la batería al mínimo, Vera miraba y remiraba el techo en busca de musarañas, pero sólo se le aparecían pequeños problemas pendiendo de un hilo fino en las esquinas.
Se armaba de paciencia y plumeros y las barría, las desordenaba, caían al suelo y tejiendo bolitas pasaba las tardes, escondidas debajo del sofá junto a un par de monedas olvidadas y las facturas de la luz.

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