miércoles, 29 de octubre de 2014

Monó-¿logos?

Pip.
Pip.
Pip.
Un radar. Es el mecanismo para encontrar toda clase de cosas debajo del agua. Funciona sólo cuando te mueves, así que descansa, respira despacio, concéntrate en no moverte. El barco pasa de largo. Pasará.
Diooooos. Solo de guitarra maravilloso...
¿Quién llama a su grupo fluido rosa? ¿Y qué clase de fluido es rosa? Debieron mezclar la mahonesa con ketchup y ahí descubrieron la pólvora.
"Overhead The Albatross Hangs Motionless Upon The Air"
Joder con el puto pájaro. ¿Ese es uno de los más grandes del mundo, no? Son mejores que las avestruces, casi se cargan a Cash. Si no fuera por el cinturón. Quién lo diría...
En fin. Que no quiero vivir. Quiero ser uno de esos pájaros que salen en los cuadros japoneses antiguos, sobrevolando un paisaje pintado al óleo, colgando del aire azul. Azul porque blue -no por el color, en el sentido inglés de la palabra. Quiero ser un blues expulsado de los cortados labios de un esclavo recogiendo algodón, como nubecitas paridas por unas flores sin vida.
"And Deep Beneath the Rolling Waves in Labyrinths of Coral Caves"
Toda la vida pensando que los corales son vegetales marinos y fíjate, sociedades de animales que viven en comunidad. Como nosotros. Pero nosotros podemos sobrevivir solos, a mi no me hacen falta los demás, tengo mi propia compañía. 
Como un laberinto, claro. El laberinto de la compañía, de las relaciones sociales y... ¡No! el laberinto es el propio cuerpo, la mente de cada uno. Se forma laberinto cuando intentamos recorrer cada uno de los pasillos y recovecos que lo componen, pero no se puede llegar al final. Sólo se puede leer a Kant(Y cabrearse y leer a Nietzsche para compensar)
"An Echo Of A Distant Time Comes Willowing Across The Sand And Everything Is Green And Submarine"
Ecos del pasado. Prácticamente todo mi presente es eco del pasado. ¿No dicen que el presente es ya el futuro? Si, estoy hablando ahora y ya es mañana. Pues por un regla de tres, los ecos de mi pasado son reflejos de mi futuro. 
Y la arena, piedra fragmentada por las olas, aparece ante mi ser como metáfora de la humanidad: entes en carne moldeados por las circunstancias y ¿por qué no? también por la agonía del propio nacer, de la antonimia de la nada, del no existir.
Pero tienen razón estos chicos, todo es verde y submarino, todo lo superficial, la punta del iceberg es nimia. Nadie puede entender lo que hay debajo, nadie es marino de lo Sub-...
"And No One Called Us To The Land"
Y suena el teléfono. Mamá. Quiere saber si voy a estar para la hora de comer. Puede que llegue a esa hora, o puede que no. Depende de la aguja del tocadiscos, el momento en que falte el contacto con el vinilo.
"And No One Knows The Wheres Or Whys"
Ni siquiera yo misma lo sé, pero tiene que ser así. Lo veo en el espejo, lo oigo cuando salgo a la calle, lo siento cuando rozan mis dedos contra el metal afilado, lo saboreo con la punta de la lengua, (sí, exactamente con la puntita de la lengua porque es ahí donde se siente lo dulce, dulce antítesis de la amargura del corazón), lo huelo como un sudor frío que recorre mi cuerpo.
"Something Stirs And Something Tries"
El final, que es solamente el principio, y viceversa. Ya lo había intentado demasiado, no hay nuevos intentos ahora: se hace o no se hace, pero no hay piedad para un proyecto fallido. 
...
Ya está. Rápido como la primera Impresión, e igual de implacable. En diagonal, como una geometrización de la charcutería, láminas y láminas de arte cubista en el propio cuerpo. Y profundas."Starts To Climb Toward The Light."
El sonido del motor del Chevy del 73, la aguja en el tocadiscos separada del maravilloso Live at Pompeii, el silencio que acude a mis oídos como sonidos celestiales y de pronto la llave en la cerradura, dos giros a la derecha, afonía de zapatos de tacón percutiendo la madera del suelo, escalones que se suceden mecánicamente, la voz de mamá -Hija, ¿estás en casa?...
Sí mamá, pero por poco tiempo. No te dejé una nota, se me acaba de ocurrir que fuese una buena idea, pero ya no hay tiempo.
Se pone en marcha el automático del tocadiscos. Sigue la canción por la segunda parte, y adiós.

-Cielo, estás en tu habitación? Voy a pasar...

Adiós.


"Strangers Passing In The Street By Chance Two Separate Glances Meet. And I Am You And What I See Is Me..."



https://www.youtube.com/watch?v=aFOrFfORBxw

sábado, 25 de octubre de 2014

Medias frutas y personas enteras

Te lo digo, te lo escribo.
Te lo puedo susurrar o GRITARLO en plena calle hasta quedar sin aliento.
Puedo mandarte una carta perfumada con mil olores de mi tocador o puedo pintar de noche una pared con nuestros nombres, y que lo lean todos los que pasen menos tu.
Va a cambiar, puede avanzar o retroceder, evoluciona, destruye lo anterior, saca los Legos del tercer cajón y construye una vida, y luego cae.
Pero nunca, N U N C A es un trozo de fruta, cortado por la mitad, no es la mitad de un todo, un incompleto microcosmos, una parte de una dualidad.
Tu eres tu. Yo soy yo. Naranjas enteras y no medias frutas unidas por puntadas de hilo invisible y frágil.

martes, 21 de octubre de 2014

Creando logos a partir de mitos

Miénteme.
Hoy necesito sentir la ponzoña directamente de tu boca de trapo, que me inyectes el veneno con tu lengua, afilada por la bebida y las pocas verdades.
No importa que sea mentira,
quiero que me prometas las teorías más absurdas, los futuros imposibles aparecen en un vaho como el que dejas en mi bañera, un flashback de una situación que nunca ha pasado.
Miénteme, como otras veces has hecho, pero esta vez esfuérzate en que me lo crea. Saca de tus labios una historia falsa, haz que se meta en mi ser, convierte el mito en mi conocimiento más racional.
Sé mi Descartes. Descarta todo lo malo, el mito, las creencias que tenía antes de ti, y conviértete en mi única enciclopedia del saber, de sentir.
Saca toda la MIERDA de tu interior, pásala por el filtro suave de tu lengua, atraviesa tus dientes separados y métela en mi boca como el humo de un cigarrillo. Has que mi interior apeste a tabaco.
No te preocupes. Yo me encargaré de llevarlo de la boca a mi ser. Ni siquiera hará falta una conciencia para que eso pase.
Bébete mi inseguridad y escúpela en forma de mentiras hermosas, para que yo no pueda moverme por el interior de mi cuerpo y de mi alma ¿o son ambos uno entero? buscando una identidad que no existe, que no significa nada.
¿Puedes mentirme? Esta vez no te lo ordeno, por favor, hazlo. Quiero que llenes mi cabeza de mentiras y mi contestador de frases hechas sacadas de un buscador de internet.
QUIERO QUE ME MIENTAS. Vamos hazlo. No te cuesta nada. Nada es más fácil que hacerme feliz: una mentirijilla de nada.
¿No me vas a hablar? No lo hagas. Me mentiré a mi misma. No cuelgues. Oye, no me cuelgues...


¿Me oyes?

....




Podías haberme mentido. 


martes, 11 de febrero de 2014

Observando desde arriba

Pienso sobre el gran observador que nos vigila desde los cielos. Ese padre, hermano, tutor que nos controla, con un "inofensivo" sentimiento voyeurista que se le perdona y no se le condena, por ser quien es. Como los reyes magos cuando somos pequeños y falta poco para Navidad, este joven con barba nos  mira cuando nos bañamos, cuando dormimos, cuando besamos, cuando nos masturbamos, haciendo que nos invada un sentimiento de culpa por hacer algo que la sociedad penaliza. Pero la venganza llega siempre, dulce como la miel. Ahora le vemos a él, mirando desde los cielos, ahora sabemos que la criatura no es creador, y que ésta no es más que un símbolo que controla nuestros instintos más profundos. Ahora hemos vuelto a ser creadores. Podemos controlar este personaje que una vez se nos fue de las manos y llegó a desmaterializarse de la historia. Ahora somos responsables de nuestra propia vida.

jueves, 6 de febrero de 2014

Sobre costumbres ajenas

Desde mis primeros recuerdos, he tenido la oportunidad de acercarme a muchas culturas extranjeras. Una de ellas en concreto me ha llevado a pensar en las diferencias de sus costumbres con las nuestras, en particular lo relacionado con la muerte y las convenciones sociales que la rodean. Me dispongo ahora a explicar sus extrañas prácticas, y coincidiréis conmigo en que son, cuanto menos, peculiares.
Cuando un miembro de esta sociedad fallece, sus allegados disponen el cadáver del difunto en una caja de madera rectangular, y proceden a ejecutar un ritual que conservan desde tiempos antiguos: eliminan las vísceras del fallecido, y en su lugar colocan un relleno para que el cuerpo no se hunda, conviertiéndolo así en un grotesco muñeco desprovisto de la vida que anteriormente tuvo.
Este proceso se lleva a cabo en un templo, donde las velas iluminan las imágenes de sus ídolos. Éstos se ciernen sobre las cabezas de sus gentes, mirando omnipotentes cómo finaliza la vida terrenal de su discípulo.
La estirpe del difunto viste con la indumentaria especial que tal ocasión requiere: los grandes y extravagantes mantos negros cubren los apenados rostros de las mujeres. Las más ancianas llenan el recinto con inconsolables sollozos y lamentos que componen la banda sonora de esta función. El telón se baja después de una larga procesión precedida por el séquito de parientes del difunto, seguido por una comitiva que lleva a hombros al muerto, bajo la mirada del resto de la sociedad.
¿Es completamente distinta esta cultura de la que nosotros profesamos? La primera impresión llevaría a afirmar que sí, pero leyendo con atención nos daremos cuenta del engaño: de la primera a la última frase de este texto se refiere a la cultura occidental, la mía propia y, probablemente, la tuya.
El miedo o la incomprensión nos puede llevar a repudiar actos que nos son ajenos, y la costumbre nos hace olvidar el buen hábito de cuestionarnos nuestras tradiciones de vez en cuando.

sábado, 25 de enero de 2014

El reloj invertido

La vida está hecha de relojes. Grandes, pequeños, digitales… de mano, de bolsillo, de pared… De ellos, yo soy el que tiene el alma invertida. Doy las campanitas a las seis, los demás las dan a las 12. Le robo tiempo de su baile a Cenicienta, no le dejo perder el zapatito. Olvidada en los bolsillos del príncipe: “Tac, tic, tac, tic”. El sonido de mis entrañas me lleva hacia atrás en el tiempo. Veo las cosas que ya quedan atrás, están ahí, en mi mente. Veo a los que fueron mis amigos, mis queridos, avanzo hacia ellos y les doy la espalda. El presente se me escapa de los dedos, podría pararse en cualquier momento, un viaje que empieza tiene que terminar. 
Me río de los relojes que hacen lo correcto, colgados en línea con la pared, haciendo juego en la sala de estar de alguna ama de casa frustrada. Me río porque van hacia un futuro incierto, me llaman cobarde porque voy hacia el pasado tibio y conocido.
“Todo tiempo pasado fue mejor” Pero el pasado individual, mi pasado, tiene un fin. Llega el momento de la muerte: las piezas de mi esfera, los engranajes de mis manecillas, noto como caen en la mesa abarrotada de instrumentos, la última pieza se desprende del todo. 
Nunca he existido. La idea de un inútil reloj estropeado queda en el aire y en el libro de facturas del amable relojero, que hace un enorme descuento en arreglos, un caballero. Ahora soy un buen reloj de pulsera, oro de veinte quilates en una forma exquisita, postrado en una no menos exquisita muñeca de mujer, fina, blanca, inerte. Acorde con lo que se espera de mí, puntual como un reloj, ¿verdad? ¿O no tan puntual? 
Sueño con cajas de bonito mármol, talladas en forma de corazón, en la caja fuerte que guarda toda una vida: una vida de llegar puntual al pasado, de llegar tarde al futuro.

martes, 7 de enero de 2014

¿No nos podemos quejar?

"No nos podemos quejar"
Esta frase se ha convertido en un clásico en las conversaciones de esta última época, en la respuesta del millón a la clásica pregunta de cómo estás. No sé si la gente adepta a esta frase se da cuenta de la verdadera magnitud de esas cuatro palabritas.
Aceptando que no nos podemos quejar, no evitamos que nos lleguen peores rachas (como mucha gente piensa, sobre todo personas mayores) sino que evitamos un avance hacia la verdadera democracia.
Evitando una queja damos via libre al gobierno para que se separe del ciudadano y se convierta en institución privada, dotada de autonomía y alejada de su verdadero fin, que es servir de ayuda al pueblo.
Señoras y caballeros que entabláis conversación en la calle, quejaos de vuestra situación: si os preguntan qué tal os va responden que sí os quejáis, que no llegáis a fin de mes, que la escuela de vuestros hijos está en unas condiciones de pena, que la sanidad empeora cada vez más, que nadie os tiene en cuenta vuestros derechos más elementales.
Estudiantes que estáis tomando unas cañas: pedid lo que os corresponde. Quejáos de las clases de 40 personas, pedid más profesores y mejor nivel académico. Exigid matrículas por las que no tengáis que hipotecaros media vida.
Cualquier persona que pase por aquí y lea esto: sí nos podemos quejar. La libertad de hablar sin censuras es uno de los pocos derechos que no nos han recortado (todavía). Por favor, sed consecuentes y usadlo.

viernes, 3 de enero de 2014

Las cadenas y el óxido del amor



Abres los ojos y encuentras unas cadenas que te aprisionan. Los largos eslabones de hierro se funden con tu cuerpo sin que puedas librarte de ellos, por mucho tiempo que pierdas forcejeando. Y levantarse de la cama es un esfuerzo tan grande en un fin de semana… Pero la curiosidad puede contigo y saltas de la cama con un impulso felino, un deseo ambiguo de saber qué hay al otro extremo de tus grilletes.
Recorres un pasillo frío, que no te resulta nada familiar a pesar de haber crecido correteando por él. El sonido de una gotera al final del corredor no te ayuda a tranquilizarte, así como el hecho de que las cortinas no dejen translucir un mísero rayo de luz.
Un sonido metálico te hace saltar el corazón en el pecho, la espalda se recubre de un sudor frío y las mejillas pierden el color lozano de las chicas jóvenes como tú.
Ves como una figura humana avanza hacia ti, se hace más corpulenta a medida que se acerca e infunde verdadero pánico, pero no puedes gritar. El nudo que se ha formado en tu garganta ahoga todos los sonidos, te ahoga a ti. Te falta el aire. Notas la boca seca. Las rodillas ceden a la presión y caes a los pies de la horrible criatura que ahora está a escasos centímetros, y puedes sentir el óxido de sus labios en tu cara. Pero no abres los ojos, no abres los ojos…
Entre silenciosas lágrimas despiertas en tu cama, escaparate de cientos de peluches con caritas redondas y alegres, de cojines mullidos de colores pastel y cómodas sábanas de franela.
“Una pesadilla” y te levantas descansada a darte una ducha de 5 minutos, antes de desayunar y coger el transporte para ir al instituto. Te sientas junto a un chico agradabilísimo en el autobús, chica con suerte.
Y durante todo el día, en las clases y ahora que vuelves a casa te sientes libre, una muchacha del siglo XXI, una triunfadora, un individuo independiente en la sociedad moderna europea.
Pero vuelve el sonido metálico, está ahora en tu cabeza. Los escalofríos recorren tu espalda y el último vello del cuerpo se eriza al recordar ese sueño estúpido de esta mañana. Se acerca una figura corpulenta hacia el asiento libre a tu lado. Tiemblas. Es el chico de esta mañana. Olvidas el sueño. “Pero qué mono que es” y entabláis una conversación animadísima de cualquier cosa que se os ocurre.
Te bajas en la estación, con el móvil del chico amabilísimo en el bolsillo de la chaqueta -última moda invernal, anunciada en la tele en horario +18- y resuelta entras en el portal de casa, pensando en cuándo le llamarás y cuál será la excusa.
Las cadenas empiezan a formarse, el óxido se palpa en el aire, el sueño no es tan irreal…