viernes, 13 de marzo de 2015

Vivo como naturaleza muerta

Fluye el silencio como lo hace el viento
ojos que ya no son ojos y lo que fueran mis manos
están encarcelados, porque son y no dejan de ser,
estoy en una lata de café, al borde de la ventana.
Desde la oscuridad se ve todo más nítido, aprendes, ves lo que está ahí aunque no pase por tus retinas.
En algún momento viví en una caja de dulces
la luz inundaba mis pupilas, pero lo único que veía era decepciones por no encontrar la golosina.
¿Cuántas mañanas van a pasar para
volar más allá, donde se funde cielo y mar,
con los pájaros que emigran todos al compás?
Cuántas veces recuerdo el tronco de un ciprés
su porte elegante, como una vez fuera el mio
sus raíces profundamente clavadas en su sitio,
y quiero derramarme por la ventana, dejar atrás
la forma cúbica de la lata de café, colgar del borde,
olvidar el miedo al abismo y caer
pero caer hacia arriba, como caen las levedades
cuando no tienen nada que perder y todo que ganar,
elevarme como una semilla a buscar tierra fértil.
Y posarme en el suelo, absorber todo lo que ofrece,
crecer sano como un manzano, o un ciprés,
dejar mis frutos al alcance del niño y
ver cambiar la expresión de satisfacción.
Ser en potencia tantas cosas y ninguna todavía:
papel, libro, idea, párrafo, página, capítulo,
quizás revolución o ciencia ficción,
carta de amor o declaración de nueva guerra,
o pintura de museo o pegada en la nevera.
No importa la forma si de algo sirve a alguien,
las personas no se quieren entre ellas. Yo quiero
sentirme tan vivo como la naturaleza muerta.

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