Se
bajó de la limusina con todo el glamour que le caracterizaba, que le
había dado la merecidísima fama de la que hacía ostentación
siempre que podía. Desde luego, sus ingresos le permitían alquilar
un cadillac, conductor incluido (¡sólo faltaba!) para pasearse
delante de sus compañeros de trabajo.
-
Bueno, bueno, bueno... mirad quién está aquí, ¡el papi ha vuelto!
- exclamó, mientras se abría paso como un tornado por la oficina,
criticando a todos y cada uno de sus colegas - Oh please,
Pedro, ¡esas puntas, niña! ¿Te esfuerzas en que estén tan
abiertas o intentas un look casual? Ya veo que no has mejorado
nada el ombré hair, Ginés, ¿no puede uno tomarse unas
vacaciones sin que le hundan el negocio?
Por
supuesto, nuestro amigo Alonso estaba exagerando. Quijana's,
negocio familiar que empezó siendo la más afamada mercería de toda
Castilla-La Mancha, tornó en diferentes establecimientos hasta
llegar a 1980, año en que Alonso tomó las riendas. Cabe decir que
la corriente tienducha de ropa que heredó de su padre cuando era
sólo un muchacho, alcanzó tal fama que hoy en día es un referente
en la moda, nacional e internacional.
Así,
nuestro amigo Alonso volvía a su despacho en algún lugar de La
Mancha, cuyo nombre nunca revela en las entrevistas, por si las
cartas de sus admiradores llegaran a sepultar su bello y operadísimo
rostro.
-
¡Toc, toc! - Santxi, el joven compañero de Alonso, entró
acompañado de la secretaria - ¡Cuánto te he echado de menos,
cariño! - se besaron y abrazaron ante la tierna y un poco triste
mirada de la joven, que deja un informe en la mesa y se retira
dejándolos solos.
- Mi
madre te manda muchos besitos, mi padre... bueno, ya sabes lo que
opina de los maricas y los socialistas - estalla en carcajadas
nerviosas - está enfadadísimo porque en las últimas elecciones
perdieron diputados los nacionalistas, así que no le hablé mucho
de... nosotros. Bueno, ¿cómo te fue son los gabachos? ¿Alguna
modelo que valiera la pena?
- No,
mi niño, cómo no me hagan una a medida nos quedamos sin campaña,
ay señor, qué estrés... - bebe un trago de su copa de champán -
¿cuándo le vas a contar a tu padre que nos casamos? Yo dejé de
hablar con el mío por acabar mi relación con Dulci y...
- Ay,
¿a que no sabes con quién está Dulci ahora? No te lo vas a creer,
¡es tan fuerte!
-
¡Dímelo, me va a dar algo! - Con Nicolás, aquel de la facultad que
se cambió a Derecho, y no lo acabó y se metió en política y ahora
es diputado del PP -¡No! - Sí, cómo te lo digo, están
comprometidos, se lo dijo a mi madre la vecina de la suegra de Dulci,
¡así que es oficial! Imagínate mi cara cuando mi madre me lo
contaba, casi no pude aguantarme la risa, ¡qué mal rato pasé! -
vuelve a reírse con voz grave de fumador, mientras Alonso tiene que
sentarse en el sofá, la noticia le ha dejado impactado. Bebe el
último trago de su copa de champán y la deja en la mesa. El informe
de la secretaria queda manchado con una cicatriz circular. - Ay,
mierda... - susurra, como hablando consigo mismo.
-
Luego te veo cielo, voy a hacer unas compritas y a preparar algo de
almorzar. Santxi desaparece del despacho, moviendo su abundante
trasero embutido en leggins, al ritmo de la música tecno
rumba que
tanto apasiona a su novio.
Alonso
toma un abrecartas con sus iniciales grabadas en plata, regalo de su
abuelo en su época de la universidad, y abre el inflado sobre
marrón. Saca sus gafas del maletín y se las coloca en la parte más
afilada de la nariz. Acerca y aleja los papeles hasta que consigue
leer la letra (los años no pasan en balde, ni siquiera para nuestro
celebérrimo amigo). Deja caer la ristra de papeles por sus huesudas
rodillas, se queda mirando a las musarañas durante un instante
interminable y se derraman las primeras lágrimas de sus ojos
vetustos.
Usando
todo el aplomo que ha adquirido en su papel de jefe de empresa, se
seca las lágrimas con el pañuelo de seda violeta, lo guarda de
nuevo en el bolsillo del chaqué y se aplica unos toques de corrector
para tapar su tristeza. Sale del despacho.
En
la radio deja de sonar, por una vez, las canciones de Camela que
siempre sintoniza Alonso, y las noticias de la tarde se abren camino:
“La ley, propuesta por los ámbitos más conservadores de la cámara
de gobierno del Estado Español, conocida coloquialmente como Ley de
los Molinos,
ha sido aprobada esta mañana por mayoría de votos. A día de hoy,
Marzo del 2016, una ley en contra de los matrimonios homosexuales
entra en vigor, ilegalizando la unión entre personas del mismo sexo
e invalidando los matrimonios de estas características dentro de
nuestras fronteras. No han servido de nada las masivas manifestaciones que tuvieron lugar delante de la Moncloa, ni las
miles de firmas recogidas en contra de la ley. En el próximo mes de
Abril comienza la...”
Alonso,
con el rímel llegando a sus pómulos, se abalanza sobre Santxi
cuando éste entra por la puerta con el almuerzo y emborrona los
restos del eyeliner
marrón
en la camiseta de su casi marido.
-
¡Ay, Santxi! Ay, san Pancracio bendito! ¿No has oído las noticias?
Apestados, Santxi, somos unos apestados por querernos, por pedir una
cosa tan simple como es una boda, con sus flores, sus anillos, su
catedral barroca... Ay, Santxi, molinos. ¿Lo puedes creer? Yo, que
crecí al lado de uno, escuchando el ruido que hacen las aspas contra
el viento, mirando la sombra de sus brazos gigantes desde la cama,
cómo ángeles que cuidaban mis sueños de chiquito... Luchar contra
los molinos, ¡me obligan a mí esos hediondos
a luchar contra los molinos! ¡Pues lo haré, Santxi,
aunque tenga que ir a embestirlos con una lanza, montado en un
caballo flaco y vestido de hidalgo, con la cota de malla de mi
bisabuelo! Si pueden hacerlo Dulci y Nicolás, ¿por qué nosotros
no?
Y
Alonso Quijana y su fiel compañero (y casi marido) Santxi
emprendieron una larga lucha por lo que ellos creían correcto, por
sus derechos, por su ansiada boda y por el reconocimiento de su amor,
en una sociedad en la que los Molinos se convierten en enormes
gigantes que custodian las puertas de la libertad.