Miénteme.
Hoy necesito sentir la
ponzoña directamente de tu boca de trapo, que me inyectes el veneno
con tu lengua, afilada por la bebida y las pocas verdades.
No importa que sea
mentira,
quiero que me prometas las
teorías más absurdas, los futuros imposibles aparecen en un vaho
como el que dejas en mi bañera, un flashback de una situación que
nunca ha pasado.
Miénteme, como
otras veces has hecho, pero esta vez esfuérzate
en que me lo crea. Saca de tus labios una historia falsa, haz que se
meta en mi ser, convierte el mito en mi conocimiento más racional.
Sé mi
Descartes. Descarta
todo lo malo, el mito, las creencias que tenía antes de ti, y
conviértete en mi única enciclopedia del saber, de sentir.
Saca toda la MIERDA de tu
interior, pásala por el filtro suave de tu lengua, atraviesa tus
dientes separados y métela en mi boca como el humo de un cigarrillo.
Has que mi interior apeste a tabaco.
No te
preocupes. Yo me encargaré de llevarlo de la boca a mi ser.
Ni siquiera hará falta una conciencia para que eso pase.
Bébete mi inseguridad y
escúpela en forma de mentiras hermosas, para que yo no pueda moverme
por el interior de mi cuerpo y de mi alma ¿o son
ambos uno entero? buscando
una identidad que no existe, que no significa nada.
¿Puedes
mentirme? Esta vez no te
lo ordeno, por favor, hazlo.
Quiero que llenes mi cabeza de mentiras y mi contestador de frases
hechas sacadas de un buscador de internet.
QUIERO QUE ME MIENTAS. Vamos hazlo. No te cuesta nada.
Nada es más fácil que hacerme feliz: una mentirijilla de nada.
¿No me vas a hablar? No lo hagas. Me mentiré a mi
misma. No cuelgues. Oye, no me cuelgues...
¿Me oyes?
....
Podías haberme mentido.
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