Caliéntame las manos,
en imperativo te lo digo.
Afuera hace mucho frío,
adentro chispea en goterones
tibios.
Mi interior congelado
nieva
en copos deformados
de nacer en el lagrimal
y morir corriendo por
la piel.
No las siento,
están duras como
la miel
deshaciéndose
en tu boca
mientras te pido:
¡Caliéntame las manos!
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